Entonces, ¿cuál es la fuente de tal felicidad? ¿Puede cualquier individuo ser la fuente de tal felicidad? ¿Puede otra persona darles la felicidad eterna? Después de esto, llegamos a la conclusión de que, si no existiese Dios, tendríamos que crear uno. Debemos tener a Dios, al menos en nuestra imaginación. Aunque nos engañásemos a nosotros mismos, si tuviéramos este Dios en nuestra imaginación y si sirviéndolo sintiéramos que Él nos ha dado la última felicidad, entonces seríamos felices. Porque ningún otro ser humano puede darnos esto. Tenemos que tener a Dios, trascendente de la vida humana, o la vida no tiene sentido. Entonces, si descubrimos que Dios realmente existe, ¡qué felices nos sentiríamos! Deberíamos sentir como si pudiésemos poner el mundo al revés. Si un grupo de gente puede realmente conocer a Dios y trabajar en el amor de Dios y para la causa de Dios, la sociedad será atraída por este grupo, lo observará, y estará ansiosa de ver triunfar a tal grupo. Debemos poner esto en práctica, y seremos felices de llevar a cabo nuestra misión.
Nueva Esperanza